miércoles, 15 de julio de 2009

Un escrito de hace un tiempo. Las cosas se vuelven claramente monotemáticas.

Ella lloró, porque comprendió muchas cosas

Él, por primera vez, no preguntó nada

También calló, intentando detener el paso del tiempo, lo que acaso ya sabía.

Entonces, la noche los absorbió a ambos, cada uno en su dilema.

Extraños como nunca antes lo habían sido

jueves, 2 de julio de 2009

Pequeño cuento

El problema es ella.

Larga, esa es la palabra exacta, que la define perfectamente. Relativamente alta, con un pelo que es fuego y la mejor sonrisa de foto (de foto vieja, aquella teñidas con un tono sepia, con esas mujeres producidas para la ocasión). Su nombre, cuatro letras, una imagen de la cual no me puedo despegar, aunque no esté presente.

El bar está oscuro. La música tiene sus vaivenes, pero se repite cada media hora, produciendo muchas sensaciones encontradas. La poca gente que hay no se hace notar. Ella me mira, no me dice nada; no necesita hacerlo. Tal vez solo toma mi brazo, con la suavidad que solo ella sabe tener, rozándome levemente. Y me basta, no necesito más. Se ríe, con sus dientes delanteros perfectamente organizados, y deja entrever un movimiento de su lengua. Entonces habla, pero no rompe ninguna magia.

- ¿Vamos?

Me agarra del brazo, abre la puerta y un aire congelado nos pega en la cara. Y salimos los dos, en la noche.

- Te quiero decir algo – es lo primero que atino a decir- Te puede parecer una boludez, pero en realidad, para mí, ahora, en este preciso momento de la noche, de mi vida, tal vez, no lo es. También te puede parecer que estoy diciendo cualquier cosa, que estoy borracho (lo cual no es del todo desacertado). Igualmente, creo que te lo tengo que decir: me gustás mucho, pero mucho. No puedo parar de pensar en vos, no puedo dejar de mirarte. Me parecés perfecta…

- Pará, pará- me interrumpe ella, a tiempo- ¿Vos no te diste cuenta?

- ¿De qué me tengo que dar cuenta?- alcanzo a acotar, mientras un nudo sube por mi garganta paulatinamente. Ya se está acabando mi suerte.

Ella hace un silencio, de esos que enfrían las situaciones. No me mira más, dirige sus ojos hacia el piso. Después ve el cielo, sin ninguna nube. Finalmente se decide a hablar. Se muestra visiblemente decepcionada.

- Me gustan las chicas

- ¿Qué?

- Soy lesbiana, boludo.